Las cifras, cortesía de la Fiscalía General del Estado y con aval del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, suenan bonito.
Pero ya lo decía el clásico: no basta con la música, hay que ponerle atención a la letra.
Los números cantan victorias parciales:
El feminicidio bajó 30%.
El robo a transportistas con violencia, 26%.
La trata de personas, nada menos que 60%.
El temido robo a casa habitación cayó 12.6%.
Y el homicidio doloso —ese que nunca engaña— descendió 7.6%.
¿Buenas noticias? Sin duda. ¿Motivos para echar las campanas al vuelo? Aún no.
Dicen los que Saben que este respiro se debe a una coordinación más aceitada entre federación, estado y municipios. Cuando los tres niveles jalan parejo, el crimen retrocede. Como si fuera receta de abuela: simple, pero efectiva.
Eso sí, que no se nos suba el optimismo a la cabeza.
Porque una cosa son las estadísticas y otra la calle. Y aunque los datos bajen, en muchas colonias la realidad sigue igual de ruda: robos, extorsiones, asaltos en el transporte público y violencia.
Y no hay que permitirnos distraernos con la cifra bonita, la delincuencia —que nunca duerme— lamentablemente siempre encuentra otra rendija por dónde colarse.
Bajar la incidencia es un logro, mantenerla a raya es el verdadero reto.
Y eso exige más que operativos: implica prevención, inteligencia, justicia eficaz… y sí, también reconstruir el tejido social que tanto se ha desgastado.
Así que bien por Puebla. Pero no cantemos victoria todavía.
Porque la delincuencia es como la humedad: silenciosa, persistente… y cuando uno menos lo espera, ya se metió hasta la alacena ¿O no?
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